Para paliar la crisis y sus efectos devastadores en la psiquis leo Vengo a decirle adiós a los muchachos, de Josean Ramos (2015, Cuarta Edición, Conmemorativa. Río Piedras: Publicaciones Gaviota). Claro está, acompañado de sus canciones por la vía de Spotify, así voy pareando texto y referencias a canciones con las grabaciones. Una maravilla. De ahí mi referencia a «Delirium» en Facebook.
Mi primer recuerdo del Jefe se remonta a una tarde de domingo en los sesenta con mis padres y hermano, con un calor y tedio asqueroso, en un cafetín de Arecibo, esperando un carro público para Bayamón. Allí un obseso, en su delirium, echaba vellón tras vellón en la Wurlitzer consiguiendo una secuencia interminable de «Envidia», canción que me aprendí aquella tarde y que todavía resuena en los recovecos de mi mente. Otro recuerdo que me asalta es el de un condiscípulo en el Colegio Santo Domingo de Bayamón de nombre Julio Flores, cuyos padres tenían un puesto en la Plaza del Mercado. Julio imitaba al ‘Inquieto Anacobero’ con gracia y precisión, y por ello le invitaban a las funciones escolares. «Envidia» formaba parte de su repertorio.
Durante toda mi vida he escuchado a Daniel Santos, quien me provoca fascinación por su voz y por lo sórdido de su vida, que es la materia de la que está compuesta mucha de nuestra literatura. El libro de Ramos permite darle un vistazo a ese mundo y hacer el análisis sociológico de rigor, en todas las dimensiones posibles. Me ha llamado la atención, que el origen de la carrera del Jefe se remonta a su participación en el Cuerpo Civil de Conservación (las tres C o CCC), programa que ha ocupado una buena parte de mi atención (y la de mis colegas) antropológica e histórica. Para qué contarles, si lo pueden leer aquí:
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