Posteado por: antropikos | febrero 28, 2024

Hace falta gente para la obra (un relato ficticio)

Julián lleva una camiseta arropándole la cabeza y dos algodones en los oídos, para difuminar el ruido de la carretera y la conversación de sus compañeros de trabajo en esa atestada pisicorre. Es una hora y media de viaje desde el sur y llegará a su casa a las 5:30 de la tarde. Apenas tendrá tiempo de atender a su hijo Papo, a darle comida y “traquear” a sus cuatro gallos de pelea, y a escuchar a Victoriana con los sucesos del día, las llamadas quejosas de su madre, y la interminable cola de mujeres que van a llevarle piezas de ropa para ajustes y arreglos; demasiado trabajo para una centavería. Algunas aprovechan para consultarle… sin pagarle, pero ella está en otro camino. Victoriana se queja de que Papo no estudia y que posiblemente se va a colgar en la escuela, mientras le sirve un plato de cornbif montao a caballo, con papas fritas, que Julián se atraganta y baja con un rico vaso de jugo de china Tang. Ya han pasado las telenovelas y es el momento de ver a No te duermas o Anda pal cará… pero Julián no llega al noticiero de las diez, pues se queda dormido en su butaca hasta que Victoriana lo arrastra hasta su camastro, para que duerma hasta las cuatro de la mañana, cuando debe levantarse, tomar café, preparar su lonchera con jugo, café, un sangüich de queso de papa, mantequilla y mortadela (para el break de la nueve), y un termo caliente con lo que será su almuerzo, una mezcolanza de carne guisá, habichuelas y arroz con salchichas. A las 4:45 de la mañana Victoriana lo lleva en su carrito Ford medio destartalao a la parada acordada en la carretera militar, donde lo recogerán a las 5:00 AM en punto, para estar una hora y media hasta su destino, y empezar a trabajar a las 7:00 AM en punto. Julián es (a él no le gusta el epíteto) un diestro, y tiene bajo su supervisión a una cuadrilla de cinco trabajadores, encargados de varias cosas, pero sobre todo de las terminaciones y el empañetado, que en esta tierra es un trabajo de los dioses. De todos ellos, Juan Pablo (no podía llamarse de otra manera) era el más entregado a sus labores, el más eficiente y el que menos cobraba… y no podía quejarse, pues había llegado por el Pasaje de la Mona. No recibía Seguro Social, bonos y todos sospechaban que si se lastimaba ni siquiera podía reclamar ante el Fondo. Ocho horas de trabajo intenso, todos por el mínimo requerido, excepto por Julián, quien recibía una peseta más por hora. A las cuatro de la tarde volvía a su asiento en la pisicorre, hasta llegar a su casa y repetir la rutina cinco días a la semana. Los sábados se llevaba a Papo al parque con la esperanza que le saliera pelotero, o que de tanto joder con el tema, se pusiera a estudiar, lo que fuera (Contabilidad, Delineante, Data Entry, hasta Historia o Sociología), pero que no se lo ocurriera tomar en sus manos el palaustre, la llana, el brochón y la flota, para darle forma a su futuro. Los brazos, la espalda, las fuerzas y las ganas de vivir se le iban a acabar muy pronto (Julián tenía 45 años y estaba hastiado, se le hacía muy difícil levantarse todos los días), a menos que se entregara al Señor en el templo evangélico del barrio de la Playa, o al mundo esotérico de los espíritus de Victoriana, quien siempre veía en esos seres la solución al mundo y sus consecuencias. Ese mundo no era el de la iglesia de Caparra, el de las casas en el Cerro, en Garden, o en esos otros lugares cerrados y vedados para ellos, donde la gente dormía con frio y no con un abanico echando un calor de mierda. Julián se negaba, con todas sus fuerzas, a que Papo se dedicara a lo mismo que él… y estaba seguro de que sus compañeros pensaban lo mismo, inclusive el buenazo de Juan Pablo que posiblemente terminaría siendo un contratista independiente, a margen de esta otra gente. Julián nunca le dio a Papo la flota, el palaustre y la llana para que practicara y aprendiera. ¡NO! Para Julián, sus familias levantaron al país y crearon un mundo de prosperidad material, de la que apenas disfrutaron y su prole debía estar disfrutando de una buena parte de ese mundo, aunque fuera de medio sosquín. ¿Qué pasará de aquí a 25 años? Julián se preguntaba, como lo hacían los futurólogos ante el nuevo milenio. ¿Quién querrá trabajar en esa obra, por una miseria y un futuro desolador? ¿Qué le dicen los espíritus a Victoriana? El día que Papo se fue a ese College técnico a estudiar Banca, Julián no pudo contener sus lágrimas. La suerte estaba echada. ¡Que se vayan al carajo! Este pollito no va a dejar su vida entre el cemento y la varilla, y si no hay gente…. Pues que se joda.


Respuestas

  1. Excelente, hay que invertir en la educación de los niños y acabar con el saqueo de fondos en el Departamento de Educación para que salgan del hoyo muchos otros Papos. Esa es la única salida. Chapa ________________________________


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