Posteado por: antropikos | junio 12, 2020

Víctor Rojas: matriculado y héroe del mar arecibeño

En el siglo XIX existía la Matrícula de Gente de Mar que agrupaba a toda aquellas personas dedicadas a los menesteres marítimos, incluyendo la pesca y la carpintería de ribera. Sobre este asunto he escrito en la revista Marejada del Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico. La primera parte ha sido publicada y la segunda se ha retrasado por los eventos que han impactado a nuestro país desde diciembre de 2019. Este escrito breve trata sobre la vida de uno de esos matriculados: Víctor Rojas, cuya vida tiene sus tangencias con la de uno de los primeros armadores y empresarios marinos de esta Isla: Don Miguel Henríquez. Invito a lxs lectores a explorar su trayectoria, por medio de los escritos del historiador Ángel López Cantos.

Los matriculados, gente de mar en distintas capacidades, intervenían también en el rescate de embarcaciones y náufragos cuando era imperativo hacerlo. La noche del 27 de noviembre de 1854 se encontraba en el puerto de Arecibo una embarcación inglesa registrada en Liverpool, el James Power, «cargando azúcar y melado» cuando cayeron víctima de una «extraordinaria marejada», que llevaba unos días azotando esa costa. El buque se partió en varios fragmentos y empezó a zozobrar.

Los matriculados «españoles», José Rojas, Pedro Rojas, Juan Bautista Díaz, Manuel de la Cruz y Vicente Álvarez asistieron a ocho miembros de la tripulación para llevarlos a salvo a la playa. Las autoridades locales, la Corona española y el consulado inglés reconocieron, en particular, la gesta valerosa de José Rojas y Vicente Álvarez, quienes «olvidados de sus vidas se arrojaron al mar para libertar a los náufragos», exponiéndose a un peligro mayor. De las autoridades españolas recibieron la Cruz de distinción de María Isabel Luisa, creada en 1833 para condecorar a militares y a personas involucradas en el rescate de náufragos. Recibieron también una carta de agradecimiento del cónsul de Inglaterra, con una medalla «como prueba de su aprecio por su valerosa conducta».

Don Cayetano Coll y Toste, en su libro Crónicas de Arecibo señala que el matriculado José Rojas era Víctor Rojas, reconocido y legendario héroe de nuestros mares, a quien conoció en la última y penosa etapa de su vida. El relato de Coll y Toste está adornado con el lenguaje usado para los seres especiales de esta Isla y reproduce varios poemas –de diversos autores–honrando la épica de este arecibeño, a quien su pueblo natal le ha honrado con un paseo frente al mar y un busto.

Según Coll y Toste, Rojas entró en la matrícula en 1844, a los 24 años y fue marinero y luego «patrón de Hacienda», es decir, capitán de una embarcación de Hacienda, una falúa, embarcación de vela y ligera usada por las autoridades en los puertos y en los ríos. Víctor Rojas, el hijo de una mulata y un criollo que –aparentemente–no lo reconoció, era un pescador experimentado y devoto de la Virgen del Carmen, patrona de los pescadores. El relato de Coll y Toste amerita leerse, por su prosa y por la admiración que tenía por este salvador de vidas.

Crónicas de Arecibo

A Víctor Rojas se le atribuyeron muchos salvamentos y grandes proezas como nadador y rescatista. No he explorado su presencia en las voces populares, pero sí recuerdo que mi madre, Carmen Emilia Pizzini, me contaba sobre las hazañas de Rojas, protagonizando sus brazadas en el agitado mar arecibeño, según se lo contó su padre, natural de ese pueblo.

José A. Alcaide, un letrado de Arecibo, escribió una novela, Víctor Rojas, salvador de doscientas vidas, sobre la vida de este matriculado. Para ello recurrió a varias fuentes y a las voces del pueblo de Arecibo que en su memoria colectiva y por la vía oral contaban sobre su vida y sus hazañas, según las conocieron e imaginaron sus antepasados, así como lo hizo mi madre conmigo. Es posible que Alcaide haya explorado documentos legales, ya que Rojas fue víctima de una acusación gratuita y una breve condena que le condujeron a desquiciarse. Todo por rifar unas jareas (según el relato de Alcaide) para beneficiar a unos pescadores pobres, pero con ese acto incurrió en el delito de juegos ilícitos y fue condenado a unos meses de prisión. Según Coll y Toste, Rojas no pudo soportar esa humillación y murió en la inopia.

Para honrar a este matriculado de mar, la gente de Arecibo rebautizó un paseo frente al mar, al lado de la desembocadura del Río Grande, cerca donde están los remanentes del Fuerte San Miguel Arcángel (conocido también como El Polvorín). El lugar luego se le conoció como «El Paseo de Damas». Desde principios de siglo XX se le conoce como el Paseo Víctor Rojas, pues hay, de manera prominente, un busto de este matriculado. Se estima que desde ese punto salía Rojas a sus hazañas y hace algún tiempo se celebraba un cruce a nado para honrar su memoria. Sobre su vida–la de un mulato–hay una gran cantidad de poemas y hasta una zarzuela, Almas y Olas, de la autoría de José Limón de Arce.

La vida de José Víctor Rojas es una historia que amerita explorarse, sobre todo en estos días.

Algunas fuentes

Alcaide, José A. 1960. Víctor Rojas, salvador de doscientas vidas. Barcelona: Ediciones Rumbos.

Archivo Histórico Nacional, Ultramar. 5072, Expediente 45. Naufragio de la barca inglesa James Power.

https://eladoquintimes.com/2017/07/18/victor-rojas-inmortal-heroe-puertorriqueno/

Coll y Toste, Cayetano. 1891. Crónicas de Arecibo. Arecibo: Imprenta de Salicrup y Co.


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