Posteado por: antropikos | noviembre 22, 2016

Felinos sueños…

Ha sido extraño. No suelo tener sueños gastronómicos ni pesadillas asociadas a ese orden de la realidad cotidiana. Pero esta madrugada mi entorno onírico se pobló de gatos… de felinos asados en bandejas. Sabrosos, tiernos, jugosos, que reemplazaban a los pavos de la festividad estadounidense. Una carne blancuzca, nítida, deliciosa… realmente no podía creer que se trataba del Felis silvestres catus, aunque felices no estaban en aquellas bandejas de metal, de cuerpo entero y cabeza, servidos sin vianda alguna y sin salsa que los arropara en su asada desnudez. Comí sin extrañeza, sin remilgos y puede que me haya servido dos veces de aquellos gatos satos.

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Mis amigos y colegas de cátedra dedicados a la sicología pueden estar tranquilos y tranquilas, porque no represento amenaza ni reto alguno al campo de la interpretación de los sueños, pero es que es un ejercicio necesario que me lleva inevitablemente a la economía política y a la historia. ¿Por qué soñar con el silvestre felino… desnudo y asado en las vísperas de las festividades? ¿Por qué saborearlo e ingerirlo?

En estos días todo tiene que ver con la Junta de Control Fiscal.

A los mayores –y a los que todavía escuchamos a los que son mayores que nosotros, ya porque la vida lo ha decidido, o porque hurgamos su memoria en busca de pedazos de nuestra historia—nos preocupa el retorno del hambre y la pobreza. No porque la hayamos padecido, sino porque nunca la conocimos por la gesta de la generación que nos precedió y que nos contó de la hambruna, de los aceites adulterados, de la abundancia de la pana en medio del racionamiento, de los pies descalzos llenos de niguas, del pecho y la tuberculosis. Pero, es que allá afuera, cuando uno dobla la esquina del shopping donde está Marshalls, allí todavía hay hambre y pobreza hoy, una que se recrudecerá mientras la JCF apriete el cinturón y se desvanezca el manto protector del Estado Benefactor.

Pero… volvamos a los gatos en bandeja.

Tal vez (solo tal vez) hay una tradición española oculta en todo esto. Hay antropólogos que sugieren que la frase “pasar gato por liebre” (y sus variaciones) tiene que ver con la sustitución de una carne por otra… para comer. En el Libro de cocina compuesto por maestre Ruberto de Nola cocinero que fue del sereníssimo señor Rey don Hernando de Nápoles (circa 1580) hay una buena receta para procesar a los felinos y hay en la literatura española varios poemas que, humorísticamente, nos pasan liebre por gato, y viceversa.

El Libro de recetas de las abuelas vascas, publicado en 1995 tiene una receta sobre cómo proceder con nuestro amigo el silvestre felino. Esta receta y otras exigen que el gato se descabece. (Escribí descabezar, no escabechar). Ruberto de Nola así lo especifica:

El gato que esté gordo tomarás, y degollarlo has, y después de muerto cortarle la cabeza, y echarla a mal porque no es para comer, que se dice que comiendo de los sesos podría perder el seso y el juicio el que comiese.

En mi sueño no se siguió esa receta.

He tratado de pensar de dónde me sale ésta cosa de los gatos y pienso que ha tenido que ver con la lectura de un artículo corto del antropólogo Marvin Harris (1937-2001), que fue muy famoso y muy leído en nuestra disciplina, por sus controvertibles planteamientos sobre el materialismo y el consumo de alimentos. (Yo le leí mucho y con intensidad e interés.) En ese artículo (hará cerca de 38 años) Harris mencionó el sitio de Paris en 1870, un evento documentado en la historia de Francia, cuando el ejercito prusiano cercó la ciudad de París y los ciudadanos no tenían qué comer. Fue en ese momento en el que los parisinos iniciaron una campaña de consumo masivo de gatos, perros, palomas y ratas. Pero sobre todo… los gatos y de ahí mi trauma (porque en alemán Traum es sueño), porque siempre pensé en ese momento de la hambruna, de la crisis, en la que la opción era no matarnos como perros y gatos, sino matar gatos y perros para comer, como ocurrió en esa matanza en Paris. Matanza en la que cayó como víctima hasta el gato del pintor Édouard Manet, quien según se alega, procedió a guisarlo. La obra que aquí presento (Mujer con un gato, 1880) tiene su propia historia interesante y el gato no es de Manet… se llama Zizi. Parafraseando al etnólogo Claude Lévi-Strauss, estos gatos son buenos para pensar (y pintar), aunque en su momento fueron buenos para comer.

De regreso al trauma, tal vez mi sueño tiene que ver con los tiempos que se avecinan, y para eso no hay que ser pitonisa ni asomarse al oráculo de Delfos. Vendrán tiempos muy difíciles. Eso sí, parece que me he levantado con algo de hambre y estoy que me como hasta un gato.

 

Algunas referencias importantes sobre los gatos en bandeja:

Bertelsen, Cynthia. Eating Cat Meat: A taboo? Posted on June 7, 2010. https://gherkinstomatoes.com/2010/06/07/18251/

Fraser, Mathew. Manet’s Cat: the Siege of Paris. August 18, 2013. http://matthewfraserauthor.com/paris/manets-cat-the-siege-of-paris/

Smart, Alistair. Manet: Tale of Two Cats. The Telegraph, Posted on January 29, 2013. http://www.telegraph.co.uk/culture/art/art-features/9826605/Manet-A-tale-of-two-cats.html

 

 

 

 


Respuestas

  1. He quedado impactada! De niña me decían que matar un gato traería desgracias! En nuestro país las desgracias han llegado por otras razones. La narración de tu sueño y las alusiones históricas subsiguientes son fascinantes. Eres un antropólogo tan brillante como narrador. Aunque la maldita Junta de Control Fiscal nos deje en la miseria, creo que moriré de hambre antes de comerme un gato! Empiezo con el nuevo año y la tan anunciada miseria a criar gallinas. Tal vez sea el único gusto que podremos darnos los domingos: comer fricasé de gallina con arroz blanco y tocino. Felices sueños, Manolo! Nos los cuentas!

  2. Encantador. Me recordó un poco a los ensayos de Virginia Woolf, no tanto en contenido sino en tono. Y esa escena genial de la película Ay Carmela (otra guerra, otra crisis, otra hambruna) donde el mudo le advierte al otro, escribiendo en su pizarrita, que no es conejo, «no lo comas,es gato»…. Y más adelante, cuando el otro se indigesta, le comenta «era gato!!!»…


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