Las ruinas a veces engañan, aunque son fragmentos de calamidades, la dejadez, el tiempo y sus meteoros, la maldad, la violencia o los eventos extremos. En el agua noté estos despojos estructurales que son el producto de incendios, de las marejadas, de los huracanes y de la dejadez.
Pero el asentamiento costero que le da el frente y tiene que mirarlos día a día, estaba viva. Las calles estaban aromatizadas con el hervor y asado de perniles, pavos y arroces con gandules. Se escuchaba el levantamiento de las ollas para cotejar el cocido y el efluvio de los guisos se apoderaba de la calle. La gente en la calle usaba sus mejores galas para estar en la calle.
Los negocios (ahora llamados chinchorros) estaban cerrados, pero había bullicio y en un punto estratégico, cercano a la rampa, bajo la sombra de almendros y toldos y cobertores, varios hombres (tal vez unos doce… ¿o imagino el número?), algunos emperifollados y con sus cadenas jugaban al dominó y bebían Medallas, porque en esta parte del mundo eso es lo que se bebe. Un amplificador despedía aguinaldos “a to’ jender”.
En una casa un hombre se debatía si arreglar el tráiler de su lancha o seguir leyendo el periódico. En otra, en los bajos y en una sombra pesada un hombre tejía y remendaba un trasmallo. Al doblar la esquina me percaté que salía de su casa un hombre–con el torso desnudo—que le decía a otro que iba a salir a pescar, “por ahí cerca y sino me voy pa’fuera”. Su lancha estaba preparada con un malacate para la pesca de pargos de aguas profundas, los chillos y los cartuchos.
Las casas de El Seco, en Mayagüez, entonaban sus ritmos navideños al son de las ollas y las puertas de los hornos. En el colindante residencial Jardines de Concordia, desde un segundo piso, de cara a la calle, alguien tocaba en un volumen alto “Estamos bien” de Bad Bunny, mientras que en el edificio contiguo otras personas hacían lo mismo con el clásico de “Navidad que vuelve”. La panadería recibía clientes, tal vez de quienes ordenaron el asado del pavo.
No puede uno dejarse llevar por las ruinas, detrás de ellas (o de frente) hay vida y posibilidades.
Pareciera que hubiésemos estado juntos el pasado domingo el Seco de Mayagüez.
By: Fernando Silva on noviembre 23, 2018
at 2:40 am