Posteado por: antropikos | junio 17, 2021

Presente y futuro de la investigación social en la Universidad de Puerto Rico

Jorge L. Giovannetti-Torres
Catedrático
Departamento de Sociología y Antropología

En más de una década, he escrito algunas 35 columnas sobre la situación que lleva enfrentando la UPR, además de innumerables cartas y ponencias dentro de la institución. Comienzo con este dato, porque es precisamente esa disposición a expresarme abiertamente la que provoca que las recientes columnas sobre la UPR (guardando las distancias) me recuerden las palabras de Martin Niemöller acerca de las consecuencias del silencio. Luego de enumerar las ocasiones en que guardó silencio frente a la persecución de diversos grupos en la Alemania Nazi, el pastor luterano señaló: “Entonces vinieron por mí, y no quedaba nadie que hablara por mí”. Para el caso de la UPR el silencio parece haberse roto y en los últimos meses diversos universitarios han salido a defender sus respectivos espacios disciplinarios y de creación de conocimiento. Contrario a la memorable cita de Niemöller, en esta etapa de la persecución contra la UPR, parece haber una abundancia de gente expresándose. Pero para mí, las preguntas son: ¿Qué efecto pueden tener estas voces a estas alturas del juego? ¿Por qué permanecieron silentes en coyunturas cruciales de la destrucción gradual de la UPR que conocíamos, en particular su recinto de investigación?

Una de las más recientes expresiones viene del sociólogo Ángel Quintero Rivera, quien sacó tiempo de sus prioridades como académico internacional para hacer una rara intervención sobre la UPR.[1] En la misma, Quintero Rivera defiende el Centro de Investigaciones Sociales (CIS), lugar donde ha trabajado por décadas como investigador a tiempo completo. La columna del respetado colega me provocó la necesidad de escribir varias observaciones que comparto aquí públicamente. Enfatizo que mi reacción es principalmente sobre el Recinto de Río Piedras, por ser donde está ubicado el CIS. Es también donde trabajo y, por lo tanto, el contexto sobre el que puedo expresarme con mayor conocimiento. Reconozco que existen espacios importantes de investigación científico social en otros recintos del Sistema UPR que merecen atención a la luz de algunos de los asuntos que aquí presento. A continuación, expondré cuatro puntos de contención a partir del escrito de mi colega en la Facultad de Ciencias Sociales (FCS), para entonces elaborar sobre asuntos que deben ser conocidos y discutidos más ampliamente.

Primero, al igual que otras columnas, particularmente aquellas en favor de la Escuela de Derecho,[2] la exposición de Quintero Rivera emerge solo cuando la amenaza llega a la puerta propia. Mientras el resto del vecindario (menos privilegiado) era arrasado por los detractores externos e internos de la universidad de investigación, voces influyentes permanecieron calladas en sus espacios de ilustración presuntamente seguros. Ya la crisis les toca a todos, no importa el supuesto prestigio de la disciplina o el estatus docente. Resulta curioso que a pesar del estribillo unitario de “Once Recintos, Una UPR”, existan tan pocas alianzas y solidaridades entre facultades, departamentos, e iniciativas al interior del Recinto de Río Piedras.[3]

Segundo, Quintero Rivera se refiere a un “creciente desmantelamiento” del CIS. La realidad práctica es que ya el desmantelamiento es total, para el CIS, pero también para muchos departamentos.[4] Temo decirles, desde adentro, que el desmantelamiento de la universidad de investigación en Río Piedras ya sucedió. Lo que se encamina en lo que se supone sea el recinto insignia de la UPR es su transformación, con suerte, al equivalente de una institución con prioridad en la enseñanza y programas cortos. Esto no es una hipérbole. Si ya se está construyendo algo (digamos con cinismo, “Río Piedras Community College”), es porque lo que había antes dejó de estar o no importa. Las personas no acaban de darse cuenta de lo que ha hecho la administración actual del Recinto de Río Piedras: en lugar de capitalizar sobre sus virtudes como recinto de investigación, el Rector Luis Ferrao Delgado y su equipo cercano determinaron venderse barato e imitar (de la peor manera) a la “competencia” privada. Sin embargo, como se aprecia en las gráficas a continuación, los datos existentes ilustran que la brecha entre el Sistema UPR y las universidades privadas en cuando a investigación es una muy amplia.

Imagen 1: Datos de producción científica, 1999-2017

Imagen 2: Datos de producción científica (1999-2019)

Fuente: Unidad de monitoreo y análisis de investigación científica en Puerto Rico (UMAIPR)

El hecho de que la “competencia” realmente no era competencia, convierte su estrategia institucional del Recinto en una más patética, proveniente de personas que no estaban capacitadas para asumir las riendas del Recinto. No solo eso, la ruta del Rector y su equipo ha sido indiferente a el área prioritaria #1 del plan programático vigente del Recinto, que es la investigación y creación.[5] Así las cosas, aunque apoyo el espíritu detrás del ensayo de Quintero Rivera, entiendo que su momento es tristemente tardío, debido a la transformación ya encaminada por el Rector y su equipo.

Tercero, el reconocido sociólogo se alinea con las voces que denuncian a la Junta de Supervisión Fiscal (JSF) por la estocada final al presupuesto de la UPR.[6] No es para menos; en un acto de hipocresía, la JSF le ha quitado a la UPR los fondos necesarios para que la institución cumpla el rol que ellos mismos han expresado debe tener. Pero al igual que muchas otras voces, Quintero Rivera guarda silencio sobre el complemento interno de la JSF y el Gobierno: aquellos que desde adentro han contribuido al desvanecimiento de la UPR como institución de investigación. Supongo que es más fácil culpar al “otro” externo (como corresponde, por supuesto), que hacer una introspección que obligadamente incluye diversas y consecuentes administraciones universitarias. Si bien existe, desde afuera, una persecución de la UPR como lugar de creación de conocimiento incomodo, la falta de defensa férrea ha sido interna. Subsecuentes administraciones han visto la universidad solo como un bastión político (del PPD o PNP) con sus respectivos feudos, sin valorarla y protegerla como espacio abierto para la creación de conocimiento. En consecuencia, estos administradores desprovistos de visión no han podido defender un proyecto universitario que no tenga lineamientos ideológicos. Si no estamos dispuestos a adjudicar responsabilidades internas por el desastre en la UPR, el problema que enfrentamos como universidad persistirá, con o sin la JSF.

Cuarto, Quintero Rivera coincide con la administración actual, en particular con el Rector Ferrao Delgado, en que ambos descansan sobre logros pasados sin poder ver y construir un futuro. Ferrao Delgado celebra premios nobeles que realmente no fueron,[7] y Quintero Rivera recuerda selectivamente los años de gloria del CIS. Ferrao Delgado ha sido incapaz de tener la visión y voluntad de construir un futuro a la altura del Recinto que recibió, y Quintero Rivera se le dificulta salir del recuento histórico para proponer rutas para la investigación social en Puerto Rico. Hay que reconocer que el galardonado sociólogo puertorriqueño es también autor de uno de los escritos más completos y útiles sobre la historia de la ciencia social en Puerto Rico.[8] Pero por más valor que este servidor le da al pasado, y las historias que podamos escribir al respecto, la coyuntura actual nos debería llevar a pensar el futuro.  

Ahí está, entonces, la pregunta importante: ¿Qué se debe hacer sobre la investigación social en el Recinto de Río Piedras de la UPR (o lo que pueda quedar) para beneficio de un país cuyo deterioro social es cada vez más claro? Los eventos recientes a nivel global y local indican una necesidad imperativa de investigaciones sobre el cambio climático y las desigualdades de género y raza. Asuntos como los determinantes sociales de la salud, la crisis alimentaria, y el desarrollo económico sustentable han adquirido gran atención en países alrededor del mundo. Todos son problemas globales, pero con manifestaciones locales en Puerto Rico que conocemos de cerca: huracanes, la violencia contra la mujer y personas de sexualidades diversas, y las desigualdades raciales y étnicas. Desarrollar conocimiento sociológico sobre el turismo patrimonial y ecológico, la agricultura sustentable, y otras industrias será vital para Puerto Rico, independientemente del estatus político. ¿Qué retos tenemos para generar conocimiento sobre estos importantes asuntos sociales? Al momento, la FCS del Recinto de Río Piedras no tiene suficientes docentes para investigar todas estas áreas de forma competitiva.[9] Lo que se logra (que todavía es mucho según los datos de UMAIPR), se hace en condiciones precarias. Entre otras cosas, el Rector no ha querido implementar de forma sistemática la carga académica que corresponde al profesorado graduado según una Certificación aprobada por el Senado Académico hace años.[10] La UPR no ha tenido estrategias de retención para académicas investigando cambio climático y asuntos de salud, y estas han buscado otras oportunidades. Además, el Recinto ha perdido docentes especializados en violencia, género, y racialidad. Programas curriculares en algunas de las áreas que he mencionado se han creado con mucha fanfarria interna y mediática, pero desafortunadamente ha sido sin diálogo a través de Facultades u otros Recintos, y descansan en el trabajo de docentes por contrato. Esto último significa limitaciones para que esas personas produzcan investigación de alto impacto. El tema de salud mental es crucial para el país y se vincula a muchos de los temas señalados. Sin embargo, el Departamento de Psicología ha sido desprovisto de recursos docentes, a pesar de la demanda existente. Los cambios políticos en el país ameritan estudios rigurosos sobre el comportamiento electoral y la participación política que le sirvan de contrapeso a la cacofonía radial y mediática de corte ideológico y poco científico que ocupa al país.

Para responder a la necesidad de conocimiento científico en estas áreas, la UPR debía reestructurarse y reclutar docentes estratégicamente en áreas prioritarias incluyendo personas de rangos diversos. Eso es precisamente lo que no se ha hecho, ni por Jorge Haddock y sus rectorías, ni tampoco por las administraciones previas. La falta de recursos docentes y no docentes tiene efectos directos en la contribución que la UPR pueda hacer en las ciencias de la sociedad. Mientras menos docentes existan, mayor será la carga de enseñanza y servicio (excepto para investigadores en centros como el CIS).[11] Por lo tanto, los docentes harán menos investigación competitiva debido a la cantidad de cursos asignados. Mientras no haya profesorado con base firme y estable, la dependencia de docentes por contrato no permitirá el desarrollo de proyectos investigativos a largo plazo. El Recinto no ha podido ni siquiera instrumentalizar contratos multi-anuales, algo que hacen otras instituciones de educación superior en Puerto Rico y también universidades estatales en Estados Unidos. Se añade a todo esto que mientras la UPR cuente con menos personal no docente, el profesorado continuará realizando el trabajo no pagado que le corresponde a otros universitarios (ej., Las deficientes tablitas que satisfacen a algunos burócratas, orientaciones a estudiantes, arte gráfico, promoción y reclutamiento, apoyo tecnológico, y recientemente se nos dijo que hiciéramos la limpieza post-pandémica).

El desdén interno hacia aquellos que investigamos y reflexionamos seriamente sobre la sociedad tiene consecuencias para Puerto Rico. Si el mismo Recinto no reconoce a sus investigadores e investigadoras, o lo hace de forma clientelista, selectiva, liviana, y provincial, no podemos esperar que la sociedad valore aquello que ahora se pretende “defender” y “salvar”. Hace décadas, el antropólogo Carlos Buitrago Ortiz nos alertó sobre la “especulación” y su efecto en la ciencia de la sociedad. Advirtió sobre aquellos que “sólo conocen ciertos aspectos de tal o cual problema, pero los vemos escribiendo y opinando a fondo, basándose muchas veces en lo que denominan el sentido común.” De ahí que la discusión pública del país incluya “expertos” en relaciones internacionales sin investigaciones sobre los países de los que hablan, y que ni siquiera los han visitado. En la radio local, la antropología es Andrew Álvarez, la sociología es Inés Quiles, la ciencia política Ángel Rosa, y contamos con un geomorfólogo que se expresa sobre cuanto asunto social y político lo dejen elaborar. Como los describió Buitrago Ortiz en aquel momento, muchos de estos interventores públicos “pretenden ser analistas de lo social y sólo alcanzan categorías de seudo-pensadores sociales”.[12] De la misma forma que el hábito no hace al monje, el grado y el título no hacen al científico social o investigador, cuya hechura debe fundamentarse en los resultados concretos de su trabajo investigativo. Entonces, nadie se pregunta cuál fue la última publicación científica seria y arbitrada de impacto internacional de algunos de estos actores mediáticos o “especuladores”. Existe entonces un contraste entre la presunta valoración de la UPR, para rescatarla y defenderla, y el no prestarle atención genuina al conocimiento serio que allí se produce, prefiriendo digerir la primera voz que se haga disponible en los medios.[13] El mismo Quintero Rivera, en su recuento histórico escribió que para la segunda mitad del siglo XX, “la academia se convirtió en la posición legitimada desde la cual realizar análisis social, quebrantando la heterogeneidad” de escritos “sociológicos” que hubo en décadas anteriores.[14] Al comenzar el siglo XXI, esa primacía de la academia parece haberse quebrantado, de vuelta a una heterogeneidad, pero distinta, y no necesariamente en un sentido favorable.

Es aquí donde confligen el estado del país y los efectos de la exitosa campaña (externa e interna) contra la universidad pública de investigación. Puerto Rico ha optado por aceptar un nivel de análisis social liviano descansando en una búsqueda limitada del conocimiento científico. Las personas ocupando puestos de liderato en la UPR (particularmente en Río Piedras) se ha conformado con ese estado de situación. En primer lugar, no se han esforzado en crear condiciones adecuadas para una investigación competitiva en las ciencias sociales, con el tiempo y ambiente que facilite el balance entre la enseñanza, la investigación, y la divulgación. En segundo lugar, los administradores tampoco han priorizado o capitalizado sobre la producción de conocimiento dentro de la institución. Toda batalla amerita la inspección de las tropas y los recursos disponibles. Si la retórica utilizada es una de “defensa” de la UPR en “lucha” contra la JSF, uno esperaría entonces que los rectores y decanos reconozcan la artillería académica pesada con la que cuentan.

He expuesto varias consideraciones que apuntan hacia la necesidad de un examen más profundo y crítico de la situación actual de la UPR, al igual que una autocrítica muy necesaria. Desde adentro, la situación es una mucho más seria de lo que se piensa desde las gradas. Pero a la misma vez, hay que destacar que en el interior de la UPR se pone en evidencia la resiliencia y tenacidad de investigadoras e investigadores que contra viento y marea todavía se atreven a producir conocimiento que coloca al país en la mirilla global (aunque los rectores no se enteren). Ese atrevimiento de producir bajo el asecho anti-intelectual y contra los antagonistas del desarrollo pleno de un recinto de investigación, debería darnos algún tipo de esperanza. Pero, aunque las voces emergentes demuestran que ya no hay tanto silencio contra esta persecución, también me temo que ya no queda mucho por defender o rescatar.

NOTAS


[1] Ángel Quintero Rivera, “Historia de la investigación social en la UPR,” El Nuevo Día (13 de junio de 2021): 51.

[2] Efrén Rivera Ramos, “La crisis de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico,” El Nuevo Día (2 de marzo de 2021); Vivian I. Neptune Rivera, “Es urgente defender a la UPR,” El Nuevo Día (30 de abril de 2021).

[3] Para una crítica reciente del estribillo de, véa Emilio Pantojas-García, “Para defender la UPR,” Metro (16 de junio de 2021): https://www.metro.pr/pr/blogs/2021/06/16/opinion-emilio-pantojas-defender-la-upr.html. Parecería que la defensa del colectivo (el “Una UPR”) no es tanto por el colectivo mismo, sino para mantener intactas las parcelas que representan los “Once Recintos”. De igual forma, a nivel de recintos, universitarios han preferido resguardarse en sus departamentos y facultades, sin buscar alianzas a través Recinto (el colectivo). En otras palabras, a pesar de todos los discursos de unidad, la práctica parece ir en otra dirección.

[4] El CIS cuenta solo cuenta con 1.5 FTE en su personal fijo, y el resto del equipo docente y no docente es por contrato. Esto no es diferente a otras unidades de la FCS. Ha habido intentos de revitalizar el CIS atrayendo directores externos, pero los mismos confrontan retos internos del mismo Centro, o la amenaza de fuerzas externas que motiva la columna de Quintero Rivera.

[5] Plan Estratégico: Compromiso, 2018-2023 (Río Piedras, Senado Académico del Recinto de Río Piedras, 2018), 6-8. Certificación 79 (2017-2018) del Senado Académico del Recinto de Río Piedras.

[6] Resulta curioso que el sociólogo aluda a las denuncias de sus colegas en las Escuelas de Derecho y Arquitectura, pero no a aquellas realizadas desde el programa de sociología. Véa Jorge L. Giovannetti-Torres, “El fin de lo obvio,” El Vocero (16 de abril de 2021): 18.

[7] Jorge L. Giovannetti-Torres, “UPR: Conmemoraciones del pasado sin futuro equivalente,” El Nuevo Día (16 de marzo de 2021).

[8] Ángel Quintero Rivera, “La ideología populista y la institucionalización universitaria de las ciencias sociales,” en Del nacionalismo al populismo: Cultura y política en Puerto Rico, eds. Silvia Álvarez Curbelo y María Elena Rodríguez Castro (Río Piedras: Ediciones Huracán-DEGI, 1993), pp. 107-146. Cosas de la vida, que el ahora Rector Ferrao Delgado tenga un artículo publicado en el mismo libro.

[9] Investigadoras e investigadores en otros recintos, que tienen más carga de enseñanza, han sobresalido en algunas de estas áreas.

[10] Me refiero a la Certificación 38 del Senado Académico del Recinto de Río Piedras (2012-2013), enmendada como Certificación 51 (2017-2018) y luego como Certificación 95 (2019-2020). El Plan de Implementación fue realizado en el Decanato de Estudios Graduados e Investigación (DEGI) entre 2018 y 2018, y fue presentado al Rector, quien lo ignoró. El resultado fue la renuncia de decanos y decanas en el DEGI y (para remitirme otra vez a Niemöller) el silencio del profesorado del Recinto.

[11] Estudios indican que por mucho tiempo el grueso de la investigación universitaria se ha hecho en departamentos, no en centros de investigación. Gerald J. Stahler y William R. Tash, “Centers and Institutes in the Research University: Issues, Problems, and Prospects,” Journal of Higher Education, 65: 5 (1994): 542. Datos recopilados en la FCS entre 2010 y 2014 indican ese patrón, con docentes en departamentos de enseñanza publicando más que docentes en unidades de investigación y en foros de más alcance internacional.

[12] Carlos Buitrago, “La investigación social y el problema de los investigadores puertorriqueños en las ciencias sociales y disciplinas relacionadas en Puerto Rico,” Revista de Ciencias Sociales, 10: 1 (1966): 93-102.

[13] Hay que precisar que algunos de estos comentaristas “académicos” cumplen un rol informativo importante. Pero informar no es lo mismo que investigar. Además, debemos preguntarnos si cumplen ese rol como agentes políticos, ideológicos, y mediáticos, o como genuinos investigadores y productores de conocimiento. Hay que cuestionar también si estos “especuladores” son las autoridades adecuadas sobre los temas que discuten y qué otros conocimientos se producen localmente sin poder acceder a los medios. Finalmente, es importante saber si nuestra sociedad se conformará con un conocimiento y un análisis social liviano. Hay que reconocer esfuerzos de algunos periodistas que van más allá de sus redes de amistades y contactos, y buscan allegar recursos intelectuales serios a su programación. Me parece que en Puerto Rico no ha habido una discusión seria sobre el rol de, y los accesos para, los intelectuales públicos, en vinculación con la UPR.

[14] Quintero Rivera, “La ideología populista,” 144. Énfasis en el original.


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