Posteado por: antropikos | septiembre 2, 2019

Wallerstein

En aquel tiempo leía intensamente sobre la teoría y aplicaciones del concepto Modo de Producción (y formación social, relaciones de producción), pues eran los días en los que el marxismo se había reaparecido en la Antropología británica (por medio de Raymond Firth, quien había estudiado a los tikopia y a los pescadores malayos), la francesa (Maurice Godelier, Claude Meillasoux…), la canadiense (Yvan Breton) y en la estadounidense por varias rutas (William Roseberry, por ejemplo) que de alguna manera tocaban a la gente de Puerto Rico. Stony Brook era entonces un hervidero de estudiantes doctorales de antropología (Robert Shadow, por ejemplo) que trabajaban la economía política, a pesar de la resistencia de nuestros maestros y mentores, como Robert Stevenson, Willam Arens y Pedro Carrasco, entre otros.

Era entonces discípulo de Carlos Buitrago y con él me debatía sobre la ortodoxia y la necesidad de que ese concepto integrara las relaciones humanos-naturaleza. Desde entonces (circa 1976) me encontraba en ese merecumbé. En retrospectiva, creo que leí todo lo que había sobre los modos de producción y sobre todo a Paul Hindess y Barry Hirst que en aquellos días producían una obra teórica de primer orden.

Buitrago me había sugerido que leyera a Fernando Braudel. En 1973 Carlos se convirtió en un apóstol del libro sagrado El Mediterráneo en los tiempos de Felipe II y pensaba que todas las claves para entender a nuestro entorno se encontraban allí. Muchos años más tarde me percaté de ello… mientras tanto evité aquel libraco porque uno tiene también que hacerle la vida difícil al maestro.

En 1983 me encontraba en Natchitoches, Luisiana, escribiendo mi disertación cuando tuve la epifanía de encontrarme con dos textos extraordinarios: la colección de ensayosOn History, de Braudel (1980, originalmente Écrits sur l’histoire, 1969) y la colección de ensayos The World Capitalist Economy escrita por Immanuel Wallerstein (1979, Cambridge University Press). Este último, un libro que se nutrió de toda esa obra latinoamericana, francesa y africana sobre las relaciones desiguales que fracturaban el globo.

Todavía guardo mis notas extensas sobre esas dos lecturas que cambiaron mi visión de mundo, mi Weltanscthauung antropológico y sociológico. A partir de ahí entendí que no era posible hacer ciencia social sin la perspectiva histórica, preferiblemente en la larga duración. Una lección de Braudel, que no me abandona. Vi claramente las relaciones entre sistemas sociales y de producción a escala regional y global. Entender esas dinámicas era conocer a fondo la articulación de nuestras sociedades y culturas. Y claro está, poner en otra perspectiva a los modos de producción. Terminé escribiendo una disertación sobre relaciones de producción y formación de capital en las pesquerías del oeste de Puerto Rico, desde una perspectiva histórico-social.

Immanuel Wallerstein tiene una extensa obra, que yo desconozco en su totalidad, pero leerle en aquel momento y hacer el vínculo antes expuesto (que tuvo concreción en el Centro Fernando Braudel de SUNY, Binghamton, donde enseñaba y regía Wallerstein) fue una feliz epifanía profesional. He leído también un texto imprescindible, Impensar las ciencias sociales (1998, Siglo XXI), que tiene profundos comentarios sobre el trabajo que hacemos y el intento por hacer historia y periodizar.

Wallerstein nació bajo el signo de la Gran Depresión (28 de septiembre de 1930) y murió bajo la constelación de las crisis globales (31 de agosto, 2019). Habrá que releerle.

 

 

 

 


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